Adela Navarro Bello
08/05/2013 - 12:00 am
Gobernadores bajo control
El Pacto por México, que no era otra cosa que la concertación entre el Legislativo y el Ejecutivo a través de las dirigencias de los partidos políticos firmantes, para aprobar las reformas propuestas por la Presidencia de la República, con adecuaciones o ajustes a conveniencia de la oposición, resultado de una negociación política, ahora se […]
El Pacto por México, que no era otra cosa que la concertación entre el Legislativo y el Ejecutivo a través de las dirigencias de los partidos políticos firmantes, para aprobar las reformas propuestas por la Presidencia de la República, con adecuaciones o ajustes a conveniencia de la oposición, resultado de una negociación política, ahora se ha convertido en el centro que todo lo mueve, incluso los gobiernos de los estados y por ende, los Congresos de los estados y los municipios con todo y sus cabildos.
Roto el pacto debido a que a los integrantes del Partido Acción Nacional, particularmente a su disminuido dirigente nacional, Gustavo Madero, no les cumplieron con investigar “hasta las últimas consecuencias” el caso de la utilización de recursos de la Secretaría de Desarrollo Social con tintes electoreros, sobajando el hambre y la marginación de las personas en Veracruz, los panistas primero se separaron del cónclave peñista, después condicionaron su regreso a las cabezas de los funcionarios federales que desde la Sedesol pretendieron influir en el ánimo político de los electores del estado de Veracruz –uno de los catorce estados que tendrá elecciones el 7 de julio–, de hecho dijeron que si no rodaban cabezas federales ellos no regresarían al pacto.
Y ahora las huestes maderistas (grande el adjetivo considerando que antes sólo evocaba al prócer de la revolución mexicana y hoy a un alfil más del peñismo) no sólo no cayeron cabezas a sus pies mientras sí fueron testigos del público y sonoro espaldarazo que el Presidente Enrique Peña Nieto le dio a su Secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, para que no se preocupara por las críticas –de los panistas, pues– sino que reafirmaron el Pacto por México en el meritito Palacio Nacional para que no quepa duda de quién realmente manda en el país.
En resumidas cuentas, la adenda a este pacto entre políticos que tienen el poder en el gobierno y partidos, son los gobernadores de los estados.
Mucho de lo que la tarde de ayer se dijo sobre los nuevos compromisos de los partidos firmantes y los objetivos, tiene que ver con las entidades de la República Mexicana, que así como los partidos del pacto mueven el voto de diputados y senadores en las Cámaras de acuerdo a sus negociaciones, ahora influirán también en la esfera estatal y en la municipal.
Los gobernadores de suyo, antes que iniciara siquiera la administración de Peña, ya habían caído en el encanto del altivo peinado y la sonrisa blanquísima del mexiquense. En grupos y por partidos todos los gobernadores se reunieron con el entonces Presidente electo para acordar con él, aplaudirle y rendirle pleitesía, la presencia del bloque perredista anticipaba la confluencia de los partidos en el Pacto por México.
De aquellas reuniones de 2012 los gobernadores pasaron a las oficiales. En febrero acudieron prestos a Los Pinos para ver, hablar, acordar, y sobre todo escuchar a su presidente de la República, sea o no del mismo partido.
El vicepresidente… no, perdón, el Secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong es una pieza clave para el control de los gobernadores en la administración de Peña. Encargado de la seguridad y la política interior de México, decidió que para efectos prácticos –seguramente para él y no para el resto de los mexicanos– el país se dividiría en cinco regiones en cada una de las cuales convocaría a ocho gobernadores. Bien, el día que toca reunión de seguridad y política con Osorio, los gobernadores deben dejar cuanto estén haciendo en su estado para acudir al llamado oficial. Sea en avión del gobierno, en nave prestada o en línea comercial pero deben llegar hasta donde se encuentre el de Gobernación.
Hace unos días en Baja California Sur, el Gobernador Marcos Covarrubias pospuso actos, argumentando que debía salir de su estado porque Osorio lo había convocado; además dijo el sudcaliforniano que en tres ocasiones les había cambiado la fecha de la reunión y la sede de la misma. La misma escena de organización de último momento ocurría en otros siete estados y en las otras regiones, además de en la Secretaría de la Defensa Nacional, en la Marina, en la Procuraduría y en media gobernación.
Los gobernadores dedican a estas reuniones mensuales su tiempo, su esfuerzo y los recursos de los estados solo para ir a algún lugar de la República a acordar con Osorio Chong. Covarrubias se dolía que el gobierno de Narciso Agúndez le había heredado un “avioncito” sólo para uso interno, para desplazarse en los cinco municipios de la península sudcaliforniana; lo mismo el Gobernador de Baja California, José Guadalupe Osuna Millán, quien se quejaba que el avión del gobierno de los bajacalifornianos sólo alcanzaba a volar hasta Sonora, donde el buena onda de Guillermo Padrés, gobernador también panista pero de aquella entidad, le daría aventón hasta Chihuahua, sede de la convocatoria de Osorio.
Así pues, los gobernadores y el Presidente de la República y los dirigentes nacionales de los partidos y firmantes del pacto, les vale poco la independencia de poder y la soberanía de los estados; todos, haciendo a un lado la Constitución caen ante el encanto de quien tiene los billetes en la mano, y olvidándose del federalismo, acuden prestos, utilizando recursos locales a codearse con los nacionales para sacar un poco de atención y entregar las iniciativas y decisiones legislativas a la necesidad, el humor y la estrategia del Presidente.
Ya la línea ideológica en las Cámaras es casi imperceptible, lo mismo sucederá ahora con los Gobernadores –la adenda del Pacto por México– pues muchos de los 12 “nuevos compromisos” del pacto –todos están ya consignados en la Constitución pero poco se les respeta– leídos por Osorio Chong en Palacio Nacional en la confirmación del pacto, incumbe a las entidades federativas, y todos estos “nuevos compromisos” son a partir del exceso, y el abuso de funcionarios federales de la Sedesol en Veracruz que utilizaron los dineros de la nación para llevar votos a sus candidatos, o por lo menos intentarlo. Vea, algunos de estos preceptos:
Sancionar a quien cometa delitos electorales (¿De verdad? ¿Se requiere el Pacto por México para aplicar la Ley?), blindaje electoral de los padrones de beneficiarios de programas federales y estatales (con que no decreten una moratoria en la entrega de dávidas porque entonces los pobres estarán paupérrimos), investigación de cuentas bancarias de los gobiernos de los estados para detectar e investigar retiros grandes y en efectivo (Ajá, así como hasta la fecha los mexicanos quieren saber para qué eran los 25 millones de pesos que en plena campaña presidencial en 2012 la PGR incauto en efectivo al gobierno –otra vez– de Veracruz en el aeropuerto del Estado de México; pero además ¿ahora los dirigentes de los partidos políticos y la Secretaría de Gobernación auditarán las cuentas bancarias de los gobiernos de los Estados? ¡Qué sigue! ¿Entregarles las chequeras?).
Creación de grupos ciudadanos (más burocracia) para observar los gastos –otra vez auditando recursos que no les corresponden– de los gobiernos de los estados; o sea, las auditorias superiores nada más no funcionan y por ello entrarán los dirigentes de los partidos y la Secretaría de Gobernación. Creaciones de comisiones plurales y estatales (más, más burocracia) para –¿se imagina?– vigilar que gobiernos estatales y municipales no interfieran en los procesos electorales.
Realmente la adenda del Pacto por México, o sea la inclusión de los gobernadores sin la presencia de los gobernadores, viene a darle el tiro de gracia a la independencia de los poderes y la soberanía de los estados, consignados en la Constitución. Y estamos los mexicanos tan justos de ideólogos, de defensores de la democracia y las distintas ideas en proyectos de gobierno, que todos dicen que sí, y bailan al son que desde la Presidencia les toquen.
Horrible la promiscuidad política.
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